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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
 

                   MARIO DELGADO E A DESCOBERTA DE  TU PAÍS ESTÁ FELIZ:

 

 

                "(...) aparece um grupo de estudiantes universitários que estaban tratando de montar Tu país está feliz, um poemario de Antonio Miranda, un escritor brasileño simpatiquísimo que vivia en Caracas. Venían a cada rato a buscarme porque yo era el intermediario con Carlos Giménez, pues querían pedirle que los asesorara. Yo conversaba con él, le comentaba sobre el texto. Giménez estaba ya en la cumbre y lo último que le podía interesar
era asesorar a un grupo de estudiantes. Yo andaba como un tonto detrás de él hasta que un día me dice: Me enteré que ellos son discípulos de Antonio Miranda, el director de la biblioteca del Ateneo de Caracas.  Voy a ayudarlos. Carlos, pero tu no vas a poder.  Y era cierto, literalmente no podía. Sí quieres yo te ayudo, puedo ir trabajando con ellos y tú vienes de vez en cuando y le das un toque al montaje. No yo los voy a dirigir. Yo por supuesto no entendía nada.

En eso me llegan mis amigos de Lima y me dicen que venga para comenzar el proyecto. Necesitaban que en dos o tres días tomara un avión.  Dejé a Giménez con una obra que estábamos presentando y con el proyecto de los chicos de la universidad en que se iba a meter. Me vine pues a Lima, pensé que alejarme de Caracas podía ser un cambio para Giménez. Aquí en Lima planteé que el debía dirigir el montaje con que se iba a inaugurara la asociación. Me dieron una terna de obras para escoger, se la mandé a Giménez. De la terna él escogió El cementerio de automóviles  e  Arrabal y aquí la aceptaron. El segundo montaje iba a hacerlo yo. Propuse  Tu país está feliz y le aviso a Antonio Miranda que iba a hacer su texto. Pero ya Carlos Giménez lo está dirigiendo en Caracas, me dijo. Eso no importas, le contesté.


EL ESTRENO QUE ESCANDALIZÓ A LIMA

        Me puse entonces a preparar todo para el montaje de El cementerio de automóviles.  Hice el casting y escogí el elenco para que Giménez venga a dirigir. Entonces me llama él e me dice: Tu país está feliz es el éxito más grande de la historia del teatro venezolano. Once de la mañana, doce de la noche, a la hora que se dé las muchedumbres  de jóvenes y adolescentes  rompen las puertas del Ateneo para entrar. ¿Qué has hecho?, le pregunté. Simplemente había hecho un resumen de todo lo que habíamos realizado con él en El Juglar, sólo que interpretado por unos jovencitos maravillosos. Estaban además el texto de Antonio Miranda, la frescura de los chicos, la música tan contagiosa. Un montaje realmente  extraordinario. Giménez me trae la cinta de la grabación que me mandó Antonio, yo la escucho y sigo con la idea de que va a ser el próximo espectáculo de Arena, en Lima.

                                       (…)

                   '

LA INVITACIÓN QUE CAMBIO TODO

MI PAÍS TAMBIÉN ESTÁ FELIZ

        Ahí en casona empezé a soñar y a planear Tu país está feliz. Y decía a quedarme [en Lima, Perú] a hacer el texto de Miranda solo, son mi esfuerzo y con mi plata, sin mecenas, sin Giménez, sin nada. Ya en ese momento me había enterado que Giménez e había puesto Rajatabla al elenco de Tu país está feliz. Le dio ese nombre en agosto, un mes antes de que yo estrenara, en setiembre de 1971, ese mismo texto. Yo le puse Cuatrotablas a mi grupo en enero del año siguiente. Hasta entonces éramos "los de  Tu país está feliz". Pensé ¿Qué nombre le voy a poner, si somos siameses? Así salió Cuatrotablas. Alguién me comentó: Ellos rajan las tablas, tú las cuidas y conservas.         Yo me fui con Giménez porque en él encontré entonces el espíritu grupal que no había hallado en el Instituto Nacional Superior de Arte Dramático, donde había estudiado de 1966 a 1968. En la escuela, por el contrario, había mucho individualismo, mucha competencia. Todos querían se divos, todos querían tener su compañía, era la moda en el teatro nacional. Después de mi experiencia do Giménez y de la frustración de Arena, aún tenía la nostalgia del teatro de grupo y quise hacer el montaje de Tu país está feliz con mis compañeros del INSAD.  Para ellos estaban a años luz de mis sueños, de mis ideas; me estimulaban mucho, pero no me entedían. Estaba ya a punto de renunciar al proyecto. Llevaba algunos meses trabajando en él, y en julio invito a algunos actores y hago la lectura del texto. Ese día hubo en Lima un tembló fortísimo, y alguien me comentó: Este temblor es un aviso. No te puedes ir, te tienes que quedar. ¿Para qué me dijo eso? Al día siguiente me encuentro con dos actrice jóvenes, o más bien aprendices de actriz, Soledad Mujica, hija de una de las familias oligarcas de este país y también una de las más golpeadas por Velasco Alvarado, y Aurora Mendieta, una chica rebelde e inconoclasta que se había enamorado de mi actor principal. Les hablé a Soledad y a Aurora del proyecto, de mis dudas. Vamos a hacerlo, me dijeron. No hay actores profesionales para hacerlo. ¿Por qué no buscas entonces actores aficionados? Si mañana Ustedes m traen ocho actores aficionados que parezcan profesionales, yo dirijo el espectáculo.

Al día siguiente tenía los ocho actores buscados por Soledad y Aurora. Se fueron a la Asociación de Artistas Aficionados. Allí funcionaba el Instituto Libre de Cultura Artística, que dirigía Octavio Ramírez de Risco, uno de los miembros  de Arena, la asociación con la cual inicialmente e iba a montar Tu país está feliz. Y con esos actores con quienes hago el espectáculo: Hilda Collantes, Walker Cooper, Manuel Cervantes, Ana Gorriti, Nora Curnisy. Reclutamos também al Chino Cháves, un chico de dieciséis años que era roquero y tocaba guitarra; a Marco Iriarte, músico también, a Tito Falvy, un primo mío que es percusionista. Y con Douglas Tarnawiecki, un músico joven que viene de una familia con una larga tradición en la música; y con Stojan Vladich, un bailarín de danza moderna que estudió en la escuela conmigo y que fue el único amigo que hice allí y hasta hoy lo sigue siendo. Stojan era un bailarín extraordinario y con una gran capacidad como coreógrafo. Después se fue a Costa Rica, donde es hoy muy famoso. Él fue el protagonista y además el coreógrafo del montaje.

Con Stoyan y con Tarnawiecki formamos un equipo de dirección muy bueno desde el principio. Nosotros planeábamos el montaje y veníamos a os ensayos cona todo armado: música, coreografía, actuación. En Miraflores había una sala llamada el Corral de Comedias, que hoy es el Teatro Británico. No había butacas, sino sillas vienesas. Era un antiguo restaurante, que después se volvió cine. Ahí se hacía un teatro más o menos comercial y tradicional.  Edgar Guillén y Roberto Mool acaban de presentar Ejercicios para cinco dedos, dirigidos por Ernesto Cabrejos, y con la participación de la administradora del Teatro, Gaby Burneo, quien era muy amiga de uno de los mecenas de Arena. Le hablé sobre nuestro espectáculo, le comenté que ya lo teníamos listo, y me dijo: Justamente la compãnía que estaba programada no va a entrar, así que tengo dos semanas libres. Con mi amiga Soledad Mujica hemos vendido todas las entradas para la primera semana. No hemos ido a donde los amigos, así como a todas las empresas habidas y por haber. O sea, que antes de estrenar teníamos vendidas las entradas para la primera semana.

El éxito fue tal, que el día domingo ya teníamos páginas enteras en los principales diarios. Los críticos más importantes escribieron sobre nosotros, así que a la siguiente semana fue apoteósico. Tienes un mes más. Estuvimos ahí no un mes más, sin dos. Teníamos el éxito que yo jamás soñé. Yo lloraba el día del estreno, encerrado en el camarino, pues no me lo esperaba, no era algo previsto en mi vida. Era muy extraño ver el público te aplaude todas las noches.  Que los espectadores nos esperaron después de la función para comentarnos la obra, era algo que a mi me conmovía mucho. Ver además a jóvenes fans que venían a ver el montaje dos, tres, cuatro veces. Recuerdo de un chico que me dijo: Ya voy por veinticinco veces. El último día los chicos del club de fans se habían subido al segundo piso, y de repente tiraron globos, serpentinas, picapica. Esa noche se armó una fiesta.  Bajamos a la platea a cantar con el público. Fue tal el éxito, que la Asociación de Artistas Aficionados nos dio un mes en su local en el centro  de Lima. Teatro repleto también. De ahí nos fuimos a la Alianza Francesa de Limas, quince días más. Así fue Tu país está feliz. Pioneros llamo yo a aquellos actores. No los llamo generación porque yo nos los enseñé. Hicimos algunos ejercicios para la obra, pero no como una experiencia pedagógica, sin artística.  Por eso los llamo los pioneros de Cuatrotablas.

                                                  (…)

        Yo estaba   viviendo  Tu país está feliz como una experiencia: este espectáculo es hecho por jóvenes, habla de cosas para que la juventud se renueva. Por tanto, ya estábamos cumpliendo nuestro objetivo.                               

       

Texto extraído del libro:

DOMINGUEZ, Carlos Espinosa.  Mário Delgado: La sabiduría del eterno discípulo.  Lima, Perú:  Canta Editores EIRL, 2009.  103 p
Ex. bibl. Antonio Miranda

                                                      


 

 

 
 
 
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